Buenos días!
Antes de abrir este blog, estuve colaborando durante años en "Sala Cuatro", un blog de cine donde, cada viernes, escribía una recomendación cinéfila de cara el fin de semana. Además, me ocupaba de los especiales sobre los Óscar,los Goya... y, cada año, mi amigo Jose Javier Albizu se ocupaba de la crónica del Festival de cine de San Sebastián. Así que ,para mantener la tradición, aquí os dejo sus impresiones sobre esta edición tan diferente.
Hasta la próxima!
"La crónica de este año no va a ser normal porque no hay nada normal este año pero aun dentro de la anormalidad también he podido disfrutar del Zinemaldi este año.
No hay alfombra roja, no hay tanto glamour, no hay decenas de fans apelotonados detrás de las vallas esperando sacar una foto de su actor o actriz favorito; tampoco te puedes encontrar como si nada con un director de cine de renombre mientras tomas unos pintxos en la parte vieja… pero hay cine, y de eso se trata ¿no? Cine con restricciones, pero cine; aforos de un 50%, pero cine; gel hidroalcohólico al entrar en el cine y más gel al entrar en la sala, y mascarillas… pero cine.
No ha sido posible conseguir tantas entradas como en años precedentes porque estaba limitado el número de entradas por persona, y además han ido saliendo a la venta poco a poco y no todas de golpe, de modo que este año he asistido a tres sesiones, y no tan elegidas como me hubiera gustado. Bueno, ha tenido también su gracia, este año he visto cine colombiano, brasileño, y kazajo.
La primera sesión, nocturna, fue para ver Los conductos, opera prima del colombiano Camilo Restrepo, cine experimental rodado en 16mm que nos cuenta la historia real de Pinky, un joven drogadicto que abandona la secta en la que se había metido y promete matar al líder, que se hace llamar El Padre. A partir de ahí el personaje se va desdoblando en otro, Desquite, una especie de bandido justiciero, mezclándose las historias, en un ambiente general de claroscuros que reclama gran atención del espectador para no perderse, cosa que no siempre consigue –lo de no perderse quiero decir-. Un retrato de una Colombia de pobreza y violencia que no terminó de convencerme del todo. No me importaría verla de nuevo y a otra hora, porque creo que que la impresión sería muy distinta. Eso sí, la luz y la mezcla de sonido me gustaron mucho.
La segunda sesión, vespertina esta vez, no tuvo nada que ver. La película elegida fue Yellow cat (Sary mysyq en el kazajo original) un mezcla de comedia y drama que me ha gustado mucho, del director Adilkahn Yerzhanov. Nos cuenta la historia de Kermek, un ex convicto, y de su novia Eva, que intentan dejar atrás la vida de crimen y prostitución, y alejarse de las mafias. Su sueño: construir un cine en las montañas. El fondo es triste, una historia de penas, pobreza, mafias y corrupción, una búsqueda truncada de la felicidad. Nada nuevo en sí pero está contado de manera tan peculiar, divertida, y tan tan absurda que es tremendamente entretenida de ver. Es como si la historia estuviera contada por niños pequeños con su manera de ver el mundo pero enfundados en cuerpos de adulto. Y la fotografía es bella, con los extensos y vacíos paisajes kazajos siempre de fondo. No sé si se llegará a estrenar en salas de cine, siempre es complicado este tipo de películas, pero si tenéis oportunidad de verla en sala o por la red no dejéis de hacerlo.
Y la última sesión de este año, ya una vez entregado el palmarés del festival, fue la brasileña Casa de antiguidades (Memory house) primer largo del director João Paulo Miranda María, que se presentaba dentro de la sección Nuevos directores-Cine en construcción. Narra la historia de un negro del norte de Brasil que trabaja para una empresa lechera del sur, en una colonia austriaca con un alto componente xenófobo. Una casa con antigüedades y objetos abandonados le trasladan a sus orígenes y le van transformando poco a poco. Nos habla de un Brasil de tensiones raciales, de poder y colonialismo, de conflictos de clases sociales; un Brasil de dos caras, dos mundos distintos, del que solamente estamos acostumbrados a ver la cara bonita. Visualmente es bonita, colorista, onírica, dura en muchos momentos pero una película digna de verse. Dudo, como en el caso de la película anterior, que tengáis oportunidad de verla en una sala de cine pero si el azar os lleva a ello hacedlo, es una buena película.
Hasta el año que viene. "
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